Muy Chavista Social Club
El Mundo / Lunes / Caracas , 02 de Agosto de 2004 / 3
por Maye Primera Garcés
El presidente Chávez vio un cumplido otro sueño:
declamar un poema de Alberto Arvelo Torrealba con Silvio Rodríguez a la guitarra. Con un poco más ensayo, habrían contrapunteado "Florentino y el Diablo"
Soberana Ridiculez.
Silvio Rodríguez ya iba a darse a la fuga con Te doy una canción, cuando Chávez se apuró a montarse en la tarima y, pasándole el brazo izquierdo por los hombros, le comentó algo al oído. Entonces el músico volvió a su banqueta y el Presidente anunció:
“Ahora una sorpresa... el dúo de Silvio y Hugo”. Y una vez que tuvo tono, empezó Chávez a recitar Por aquí pasó, compadrede Alberto Arvelo Torrealba.
“¿Viste la vaina?”, comentó alguien del público. “Corrió sobre la Muralla China, bateó en el Yankee Stadium y ahora canta con Silvio. ¡Qué bárbaro!”.
Tal vez, con un poco de chance y otro ensayo más, el primer mandatario se habría lanzado de buena gana con la parte de Florentino y el Diabloque se le olvidó en medio del Aló, Presidente número 200, transmitido ayer en la tarde. De cualquier modo, el éxito de su intervención no se hizo esperar: cada vez que el rapero del grupo Madera improvisaba sus versos en medio de una salsa, alguien gritaba: “¡Que cante Chávez!”. De saber que la ovación iba a ser tal, el tema habría sido incluido en el compact disc del “No” que fue bautizado una hora más tarde como el soundtrack oficial de las patrullas electorales.
El Presidente llegó en medio del espectáculo de Lilia Vera; y antes, ya habían pasado por la tarima Roy Brown, con sus canciones, y José Vicente Rangel con su discurso.
Misión Miranda Lo que siguió a las seis canciones que interpretó Silvio Rodríguez, bien podría decretarse como el inicio de la Misión Miranda: no en honor a Francisco, prócer del siglo XIX que trajo la bandera tricolor y la primera imprenta a Venezuela, sino en homenaje a la heroína brasileña Carmen, que a principios del siglo XX recorrió el mundo llevando sus piñas en la cabeza.
En la segunda parte del espectáculo, tomaron el escenario el grupo Madera y su cuerpo de baile; los tambores de Un Solo Pueblo; la Orquesta Aragón; e Ibrahim Ferrer y su Buena Vista Social Club. A esa hora, cantar Un verano en Nueva Yorkno representaba ningún problema ideológico para el público antiimperialista, así como tampoco fue un gran esfuerzo para los infiltrados -Ni-Ni o de oposición- repetir que “Chávez no se irá jamás”, si era Ferrer el que cantaba el estribillo.
Poco a poco, el presidente Chávez, los ministros y los dirigentes del Movimiento V República se fueron retirando, hasta que sólo quedó Adán Chávez sentado en el palco presidencial, siguiendo el ritmo de la música con el índice -a la usanza de Renato Capriles- y conversando con el embajador Germán Sánchez Otero y la delegación cubana invitada al acto.
Avanzada la fiesta y con el Presidente a buen resguardo en alguna otra parte, los soldados de la Policía Militar no vieron peligro de atentado en armar una coreografía cívico-militar para bailar la Juliade Andy Montañés.Ycuando se montó Ferrer, Adán se quedó sólo en la silla, mientras Sánchez Otero describía círculos con las manos y los pies para hacerle el honor a El cuarto de Tula.
Militante hasta la última pieza, Darío Vivas se apoderó de las maracas en el Guantanameraa dúo entre Ibrahim Ferrer y Andy Montañés, con coros de la Orquesta Aragón. El diputado fue el único de sus compañeros que se mantuvo al pie de la corneta hasta el final.
Como acto político, aquel había sido un gran concierto.
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