Monday, July 19, 2004

Si yo fuera Brasileño, Chávez no me engañaría

por Oscar Tenreiro. 19/7/2004

Por despachos de prensa nos hemos enterado que un grupo de intelectuales brasileños ha firmado un documento cuya intención es la de apoyar a Hugo Chávez, de cara al Referendum Revocatorio que se realizará el próximo 15 de Agosto. Ese documento, según la misma información, está encabezado por la frase “si yo fuera venezolano votaría por Hugo Chávez” y, siempre según la citada nota de prensa, uno de los argumentos esgrimidos es que “los medios de comunicación han pretendido presentar como un tirano a un Presidente respetuoso de la Constitución y las Leyes”

Aparte de la simpatía que nos produce el hecho de que un grupo de brasileños, algunos de ellos conocidos internacionalmente, fije una posición pública respecto a un evento político nuestro, confirmando nuestra creencia en que la suerte de un país de nuestro continente es asunto que concierne a todos los latinoamericanos, lamentamos que tan positivo interés esté acompañado de una evidente falta de información sobre quién es en realidad Hugo Chávez y sobre lo que ha ocurrido en Venezuela durante su administración.

Podríamos detallar los innumerables atropellos que el gobierno presidido por Chávez ha hecho sufrir a todos los venezolanos, pero destacaremos solamente dos.

Uno de ellos ha sido el empeño de Chávez en dividir a Venezuela en dos bandos supuestamente irreconciliables, achacando a los que le adversan las más negras intenciones y una actitud antidemocrática y “golpista”, enemiga de los logros de una revolución bolivariana que no existe sino en sus discursos. Semejante actitud, denunciada hace años de manera lapidaria por Boris Pasternak cuando decía que la humanidad no estaba dividida en dos bandos sino en la mala literatura, ha hecho un enorme daño a la democracia venezolana, impidiendo que se realice uno de los atributos esenciales de cualquier juego democrático como es el equilibrio entre los distintos sectores de la sociedad.

En efecto, el sólo proceso de lograr la realización del revocatorio obligó a la oposición venezolana a superar toda clase de obstáculos y triquiñuelas impuestas por un organismo electoral controlado por el oficialismo, entre las cuales la más notoria fue la anulación arbitraria de centenares de miles de firmas y la imposición del requisito de la “reparación” de la firma a cerca de un millón de ciudadanos gracias a la invención de lo que se llamó “firmas asistidas”, concepto abiertamente ajurídico que tuvo que ser aceptado por la oposición a pesar de una sentencia en contrario de la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia, sentencia que fue desconocida por la Sala Constitucional de ese mismo Tribunal atribuyéndose a sí misma una jerarquía superior que según la inmensa mayoría de los juristas más importantes del Foro venezolano es violatoria de la Constitución Nacional.

Y decimos que tuvo que ser aceptada por la oposición porque el camino jurídico estaba cerrado en virtud de la politización de la justicia en el más alto Tribunal de la República.

Esa politización, que inclina la voluntad de una buena parte de los magistrados de nuestro máximo tribunal hacia las conveniencias del Poder Ejecutivo; como aún puede ser impedida por una minoría de magistrados en ejercicio que no han estado dispuestos a vender sus conciencias, ha llevado al partido del Presidente, el MVR, con una mayoría precaria en la Asamblea Nacional, a aprobar por mayoría simple una Ley del Tribunal Supremo que permite el nombramiento de nuevos magistrados mediante un procedimiento controlado por el oficialismo cuyo resultado final será sin duda el control total de la máxima instancia de la Justicia en Venezuela. Ese es el segundo atropello que detallamos aquí.

Esa ley, no sólo ha sido denunciada como inconstitucional por figuras importantes de Venezuela, sino que llevó a una organización internacional como Human Rights Watch a citarla como una muestra de que la independencia de los poderes en Venezuela se encontraba dramáticamente comprometida.

Ese es parte del panorama que vivimos en este momento los venezolanos. Que se recorta sobre un escenario de fondo consistente en violaciones de los derechos humanos, con asesinatos políticos que todavía no han encontrado culpables, en la creación de brigadas armadas del oficialismo que con procedimientos fascistas intimidan a electores y manifestantes, en la existencia de presos políticos en las cárceles venezolanas, en el insólito abuso del Presidente cuando coloca a todas las emisoras y estaciones de televisión del país en cadenas para promocionarse a sí mismo y a su llamada revolución bolivariana, en el uso de la extorsión económica contra los gobernadores de estado y alcaldes que no le son afectos, en la destrucción del cuerpo gerencial de la industria petrolera venezolana mediante una acusación de golpismo que desconoce el derecho a huelga consagrado en la Constitución, en la compra del voto entregando becas, dádivas y subvenciones de todo tipo, en la intimidación de periodistas, en una corrupción desbocada protagonizada por los amigos del régimen y sobre todo, como mencionábamos al principio, en la criminal división entre los venezolanos. Todo esto sumado a un empobrecimiento general con la inversión privada disminuyendo a niveles históricos, con un nivel de pobreza sin precedentes y un desempleo, 22%, que es el más alto de la América Latina.
¿Es esto lo que defenderían brasileños ilustres como los que firman el mencionado manifiesto si fueran venezolanos? No lo creemos.

Lo que si creemos es que Chávez, poniendo en práctica sus condiciones de actor y seductor, vende hacia el exterior una imagen completamente separada de las realidades de su ejercicio como Primer Magistrado de nuestro país.

Chávez no es Lula, porque Lula es un hombre respetuoso de las instituciones, un hombre que ha probado la lucha política, que ha conocido el triunfo y la derrota y que, en fin de cuentas, sabe que Brasil es un país donde las Instituciones articulan una trayectoria histórica responsable. Chávez, es el reverso de un político como el Presidente Lula, Chávez, amigos brasileños, es un chiste malo en el proceso político latinoamericano.

Por eso los invitamos a informarse mejor. No todo el que canta revolución es un revolucionario. Eso, aparte de que las revoluciones de este siglo no pueden ser como las que se construyeron a base de retórica en el pasado latinoamericano, sino esfuerzos serios por superar los cuellos de botella del crecimiento de nuestros países.

Y Chávez es sobre todo un obstáculo para el desarrollo de una más genuina democracia, una que lleve realmente a las grandes mayorías a ejercer su destino histórico.

La condición perversa de Chávez como máxima autoridad de un país que viene intentando desarrollar hábitos políticos civilizados desde hace casi medio siglo no es un invento de los medios de comunicación. Su figura distorsionadora de las opciones políticas liberadoras que buscamos ansiosamente los ciudadanos latinoamericanos es una triste realidad venezolana.

Chávez, amigos brasileños, es un impostor.